Cuánto, cuándo y cómo contar en lugar de mostrar.
Se supone que tengo que atarpar tu atención con una introducción atractiva, pero aquí estamos para aprender. En este caso, para aprender sobre exposición en narrativa y sobre cuándo contar y no mostrar, así que vamos con eso.
La exposición es la técnica que consiste en ofrecer información que proporciona contexto o trasfondo, pero no forma parte, estrictamente hablando, de la historia que se narra.
Se puede usar para sentar las bases de una historia o de una escena antes de que esta comience, como en un prólogo.
Por ejemplo, el prólogo de El señor de los anillos de JRR Tolkien se llama «Sobre los hobbits» y es un ensayo que detalla la cultura y la historia de esta raza. No aporta nada a la trama excepto contexto. Es un prólogo muy revelador y Tolkien lo describe como si fuera el extracto de un libro de historia publicado en la Tierra Media. Así ofrece una introducción a este mundo de ficción sin sacar a las lectoras de su realidad.
El caso de Tolkien es muy extremo, pero lo cierto es que toda historia contiene mayores o menores dosis de exposición. Y las mejores escritoras son aquellas que saben cómo dar este tipo de información de contexto o trasfondo de manera discreta y sutil. Hay muchas formas de lograrlo, y contar es una de ellas.
¿Qué es la exposición en la escritura y en qué se diferencia de la trama?
Solemos encontrar más escritura expositiva al comienzo de la historia. El planteamiento suele ser la parte con más exposición porque esa es la parte de la hostoria en la que debemos establecer los elementos que más tarde serán familiares a las lectoras: el escenario, los personajes, las rutinas, el tipo de sociedad, el sistema económico…
Exagerar con la exposición puede aburrir a las lectoras en esas primeras y cruciales páginas, pero hablaremos de eso un poco más adelante. Siempre hay formas de que tus lectoras conozcan los entresijos de tu mundo si escribirles un manual de instrucciones.
Por ahora, ten en cuenta que la exposición no solo ocurre al comienzo de la historia. Una buena historia debe contener fragmentos de exposición entretejidos a lo largo de los tres actos. Te digo esto porque la exposición no es una parte de la estructura ni una parte de la trama.
Como apuntábamos más arriba, la exposición se refiere al trasfondo, la ubicación, el tiempo y los factores relativos al carácter de los personajes. La trama, por otro lado, es lo que sucede durante la historia. La trama y la exposición están entrelazadas, pero es importante saber distinguirlas. Así podrás usar la exposición con mayor libertad.
Cómo usar la exposición en la narrativa
La exposición es esencial porque agrega textura, comprensión y contexto. También se utiliza para dejar claras las motivaciones de los personajes. Ambos factires se suman para hacer que la experiencia de lectura sea apasionante y placentera.
Dicho de otra manera, no puedes construir una buena narración sin algo de exposición, y la exposición sin trama... Bueno, ya te digo yo que eso no es lo que quieres. Salvo que te guste redactar autopsias. Por eso la escritura expositiva es tan importante.
Necesitas equilibrio
Tienes que ubicar bien a tus lectoras, pero no puedes inundarlas de un exceso de información o infodumping
Afortunadamente, puedes aprender a usar la exposición de manera creativa y atractiva a lo largo de tu narración para mantener entretenidas a tus lectoras mientras transmites información importante sobre los personajes, su pasado y el mundo en el que viven.
Veamos las primeras líneas de un libro en el que se maneja muy bien la exposición: Zona peligrosa, de Lee Child.
Me arrestaron en la Cafetería de Eno. A las doce en punto. Estaba comiendo huevos y bebiendo café. Un desayuno tardío, no un almuerzo. Estaba mojado y cansado después de una larga caminata bajo una lluvia intensa. Había recorrido todo el camino desde la autopista hasta el borde del pueblo.
La exposición en este primer párrafo es simple, directa y da muchísima información. Lo hace, por cierto, sin mostrar nada. Simplemente, nos pone en contexto.
La primera línea es clave. La lectora inmediatamente quiere saber por qué este personaje está siendo arrestado. Además, la exposición ambienta la escena, porque indica que el personaje acaba de llegar a la ciudad, caminando por la autopista (¿por qué?), no ha tenido tiempo ni de dar un sorbo al café y ya le están colocando las esposas.
Esta exposición despierta nuestra curiosidad desde la primera línea. Acabamos de abrir el libro y es poco probable que, por mucho que la autora se empeñe en mostrarnos elementos, nos emocionemos. Por eso apuesta por despertar nuestro interés, y lo hace contando, no mostrando. Solo le dices a la lectora lo que necesita saber y no más.
Técnicas de exposición en la escritura de ficción
A través de la voz del narrador
Usar al narrador es la forma más directa de proporcionar información de contexto a la lectora.
Un narrador omnisciente, por ejemplo, podrá proporcionar información de contexto sobre todos los personajes, mientras que un narrador en primera persona (como el del ejemplo anterior) solo dispondrá de información limitada basada en sus propias experiencias y conocimientos.
La exposición narrativa se puede usar tanto para exposición directa como indirecta. El riesgo, una vez más, está en el infodump.
Exposición directa
En la exposición directa, la narración suele detenerse por un momento mientras se comunica alguna pieza importante de información.
La mayoría de los cuentos de hadas y muchas historias de la literatura clásica comienzan de esta manera. Por ejemplo:
Había una vez una niña llamada Caperucita Roja, que vivía con su madre en una cabaña en el borde de un bosque oscuro. La abuela de Caperucita Roja vivía en el extremo opuesto del bosque, y todas las mañanas, Caperucita lo cruzaba para llevarle a su abuela una cesta de comida.
La exposición directa está muy relacionada con contar, por lo tanto. De hecho, el ejemplo de Caperucita no se diferencia demasiado del de Lee Child.
Exposición indirecta
La exposición indirecta usa la técnica de mostrar. Por ejemplo, de esta manera:
El sol de la mañana apenas rozaba las puntas de los abetos cuando Caperucita Roja dejó la cabaña de su madre. Ajustó el peso de la cesta en su brazo, asegurándose de que la comida para su abuela estuviera a salvo, y comenzó a caminar por el sendero a través del bosque. Enormes sombras largas se extendían hacia ella.
La conclusión es que los fragmentos de exposición se pueden contar y se pueden mostrar. Y es mejor contar sin que nos tiemblen los anillos al principio de la historia, para enganchar rápido a las lectoras; y mostrar a medida que avanzamos. O, como alternativa, podemos contar en fragmentos de exposición si los diseminamos por la obra. Aquí vuelve a entrar en juego la cuestión del equilibrio de exposición en la narrativa.
A Través del monólogo interno o de reflexiones del personaje
La exposición a través del monólogo interno es excelente para revelar la motivación y las emociones de los personajes. Meternos en su mente es un privilegio del que no se puede disfrutar de ninguna otra manera.
De hecho, es tan importante acceder a esta información exclusiva, que en el cine no queda más remedio que sustituir los monólogos internos por monólogos, a secas. Como este tan conocido.
Al igual que otros tipos de exposición, lo ideal es no abusar de esta técnica. Un pensamiento aquí y allá puede ayudar mucho a llevar a la lectora contigo y a que se interese por el personaje, pero si te pasas, puede que la trama sencillamente desaparezca en una maraña de pensamientos. De hecho, una de las correcciones más habituales que hago a mis alumnas es que saquen la historia de las cabezas de sus protagonistas.
Vamos con un buen ejemplo de exposición mediante el monólogo interno. Esta pertenece a «Aunque llueva fuego», de Beatriz Esteban.
Se había deshecho de cada objeto punzante de la casa, de cada pastilla, de cada esquina, de su pistola. No era de extrañar que ahora no fuera capaz de apartar los ojos de mí.
«No voy a marcharme, Jem», quise decirle, pero conocía demasiado bien la sensación de querer quedarme cuando amanecía y querer marcharme cuando todo empezaba a oscurecer. No quería hacer promesas vacías.
No tardé en rendirme a los brazos de Morfeo[…].
Todo este fragmento está contado, pero quiero destacar la parte de exposición mediante reflexiones: nos habla de una lucha interna de la protagonista, nos deja ver que se conoce a sí misma y que entre esos dos personajes hay un pasado. Además, como se trata de un narrador en primera persona, esa reflexión nos acerca mucho más a ella.
Cómo usar la exposición en la narrativa a través del Diálogo
El diálogo expositivo puede ser una forma útil, discreta y muy elegante de transmitir contexto en la narrativa. La regla general es que, si la exposición saca a la lectora de la historia, no es buena en absoluto. Por eso el diálogo es un vehículo genial y merece la pena aprender los usos creativos de la exposición en la literatura que se basan en conversaciones de personajes.
Juego de Tronos es una buena fuente de diálogo expositivo, así que vamos con uno de mis fragmentos favoritos:
—Qué sabrás tú lo que significa ser un bastardo. —Jon no estaba de humor para aceptar consejos de nadie.
—Todos los enanos son bastardos a los ojos de sus padres.
—Eres hijo legítimo, tu madre era la esposa del señor de Lannister.
—¿De verdad? —sonrió el enano sarcástico—. Pues díselo a él. Mi madre murió al darme a luz, y nunca ha estado muy seguro.
Estas pocas líneas dan toda la información que necesitamos conocer sobre Tiryon Lannister porque es la que define su personaje: nació deforme y su madre murió en el parto. Ambos hechos son culpables de que su padre lo odie.
Martin podría haber escrito sencillamente que lord Tiwyn Lannister detestaba a su hijo por su deformidad y por la muerte de su esposa, pero habría sido mucho más aburrido.
Exposición en la escritura mediante medios epistolares
La exposición también se puede expresar a través del uso de medios como cartas, artículos de periódico (o titulares), facturas, recetas médicas, cualquier cosa escrita en el universo de tu historia es válida para ayudarte a transmitir detalles importantes del trasfondo.
Stephen King suele usar la exposición epistolar en sus novelas, al igual que muchos otros autores. Estos artefactos son el equivalente literario a un televisor que aparezca de fondo en una película. En «Carrie», por ejemplo, hay fragmentos muy largos de este tipo de técnica.
Así empieza el libro de King, nada que ver con la escena de las duchas de la película de Brian de Palma:
Noticia publicada por el semanario Enterprise de Westover, Maine, el día 19 de agosto de
1966:
Lluvia de piedras en Chamberlain
Fuentes fidedignas nos informan que el 17 del presente se produjo una lluvia de piedras en la calle Carlin, en circunstancias en que el cielo se presentaba totalmente despejado. Las piedras se precipitaron principalmente sobre el inmueble que habita Mrs. Margaret White. Causaron considerables daños en el tejado y estropearon dos canalones y un tubo de desagüe. Los destrozos fueron evaluados en 25 dólares. Mrs. White es viuda y vive con su hija, Carietta de tres años de edad.
Nuestros esfuerzos para localizar a Mrs. White resultaron infructuosos.
De hecho, la escena de las duchas es un bellísimo ejemplo de mostrar.
A Través de flashbacks
Los flashbacks también forman parte del grupo de usos creativos de la exposición en la literatura y también permiten y hasta justifican altas dosis de contar.
Al igual que todas las demás técnicas de exposición en la escritura de ficción, es bueno usarla con moderación y preguntarse si hay una manera mejor (y más rápida) de informar a la lectora que a través de un flashback. El riesgo de abusar de ellos es sacar a la lectora de la historia y que luego le cueste seguir el hilo de la trama principal.
Veamos no obstante un ejemplo de flashback bien empleado, expositivo y que cuenta más que muestra. Además, es corto porque en el pasado del personaje está su motivación y Bardugo es lo bastante lista para desvelar poco a poco lo sucedido.
De esta manera, contándonos el pasado lentamente y mostrando el presente, la autora nos envuelve y nos convence para seguir leyendo… Y para ponernos de parte del personaje de Kaz Brekker en «Seis de cuervos».
A pesar de las mentiras que había extendido y de lo que le había asegurado esa noche a Geels, Kaz no era un cabrón. Ni siquiera era de Ketterdam. Tenía nueve años y Jordie trece cuando llegaron a la ciudad, con un cheque de la venta de la granja de su padre cosido prudentemente en el bolsillo interno del viejo abrigo de Jordie. Kaz podía verse como era entonces, caminando por el Stave con ojos aturdidos y su mano en la de Jordie para que no se lo llevara la multitud. Odiaba los chicos que habían sido, dos pichones estúpidos esperando que los desplumaran. Pero esos chicos habían desaparecido hacía mucho, y lo único que quedaba ya era castigar a Pekka Rollins.
Un día Rollins se acercaría a Kaz de rodillas, rogándole ayuda. Si lograba hacer ese trabajo para Van Eck, ese día llegaría mucho antes de lo que jamás podría haber esperado.
Fíjate en que la primera frase se refiere al presente, luego inicial el Flashback y con el segundo párrafo regresa al presente. Tenemos mucha información y la suficiente intriga como para seguir leyendo.
Cómo usar la exposición en la narrativa: consejos prácticos
Ahora que conoces las principales formas de trabajar la exposición, veamos algunos consejos rápidos sobre cómo escribirla de manera efectiva.
Cuenta solo lo absolutamente necesario
Cuando se trata de exposición, menos suele ser más. No temas darle a la lectora solo lo suficiente para orientarla En realidad no necesita conocer toda la historia personal del personaje, sino solo lo que es relevante para la escena en cuestión. Ni más ni menos.
Si tu exposición es tan relevante como la que Bardugo hace en sus flashbacks, copia su técnica y revela un fragmento cada varias páginas, cuando sea relevante y siempre de forma que esté relacionado con la historia en presente.
El diálogo es tu amigo
Incluso si no estás usando el diálogo como una forma de exposición, puedes aprovecharlo. Espolvorear líneas de diálogo a lo largo de la exposición narrativa es una buena manera de mantener la trama en movimiento y a la lectora intrigada. Además, hace el libro más cómodo de leer.
Algo que yo hago personalmente, sobre todo cuando uso reflexiones de personajes, es salpicarlas con líneas de diálogo cortas, como sorpresas o interjecciones. Lo llevo a mis obras porque es algo que me pasa en la vida real: cuando estoy muy concentrada pensando en algo, no me doy cuenta y suelto alguna palabra que a los demás les parece fuera de contexto. En escritura, este truco te puede dar mucho juego.
Comienza con lo que es único
El ejemplo de exposición de Zona Peligrosa es un buen ejemplo esto. Cuando sabes que vas a ofrecer una ración de exposición contada en lugar de una jugosa tajada de pastel de mostrar, trata de comenzar con algo intrigante o diferente. Es lo que hace también Leigh Bardugo.
Y si quieres profundizar todavía más en todo lo relativo a contar y no mostrar y, por supuesto, en cómo usar la técnica muestra, no cuentes, incríbete en el único curso que la estudia en profundidad y que sólo encontrarás en La Escribeteca: Muestra, no cuentes. Esta entrada es una versión casi idéntica a la lección correspondiente del curso. Sólo que allí encontrarás MUCHOS MÁS EJEMPLOS y ejercicios autoevaluables con sus soluciones para que comprendas cada técnica y puedas aplicarla a tus propias obras.
No tienes que convertirte en una escritora distinta para convencer a las editoriales y a las lectoras de lo mucho que vales. Solo tienes que aprender a utilizar las herramientas que ya usas de una manera más eficiente. Por ejemplo, estas:
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